Para acompañar los cuadros de Concha Sampol
Carme Riera
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Cuando Concha y yo nos conocimos, a finales de los sesenta, ella quería ser pintora y yo escritora, pero ninguna de las dos no  había hecho más que probaturas, más bien secretas que sólo había mostrado a los amigos de mucha confianza. Nuestras vocaciones, sin embargo, estaban claras y por nada del mundo hubiéramos renunciado a ellas. Por eso habíamos dejado Mallorca y habíamos venido a Barcelona, donde Concha estudiaba Bellas Artes y yo Letras. Seguramente, estas similitudes artísticas debieron motivar una mutua simpatía. Por mi, parte, recuerdo a Concha como una de las personas más interesantes y despiertas del Colegio Mayor en el cual vivíamos. Su personalidad destacaba sobre aquel conjunto de futuras universitarias en general ya entonces de un convencionalismo tan denostado que hasta me parece que el mayo francés les pasó por alto. Concha, además, era, es, una mujer muy guapa. Otro rasgo que la hacía diferente.

Como que soy un par de años más vieja me marché del Colegio Mayor antes que Concha y la perdí de vista. De vez en cuando, sin embargo, alguien me daba noticias. Así, supe que había expuesto en diferentes galerías de Mallorca, Barcelona o Girona, con éxito. Ahora hace poco fue ella quien me llamó por teléfono para pedirme que escribiera unas líneas de presentación para este catálogo, lo cual me hizo mucha ilusión, en primer lugar por ella y, en segundo lugar, por la sala. El hecho de que Joan Gaspar haya descubierto su obra me parece un buen augurio y estoy muy contenta de ser un testigo implicado.

Cuando Malevitch pintaba, a principios de este siglo que ahora acaba, su conocido cuadro Blanco sobre blanco inició, posiblemente sin darse cuenta, una nueva expresión pictórica abstracta, abierta a diferentes significados, en palabras de Umberto Eco, y que implicaba significantes diferentes, en cuatro continentes.

El trabajo de Concha Sampol me ha hecho pensar en Malevitch y también, claro, en Eco, por las muchas lecturas que podemos llegar a hacer. Lo que importa, creo, en el arte es la sugerencia, requisito que los cuadros de Concha cumplen con creces. En la obra de la pintora mallorquina a menudo asistimos al paso de una expresión plástica planimétrica que, finalmente, se convierte en conceptual, volumétrica. El equilibrio de texturas, tonos de color refuerzan y embellecen el efecto lineal de la composición.

Concha Sampol nos propone obras vivas –que en algunas de sus composiciones acentúa, empleando materiales naturales–, inquietantes y a la vez llenas de serenidad, de elegancia. El equilibrio de volúmenes y de colores redondean el efecto estético que estas últimas muestras de Concha Sampol nos ofrecen.

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